Dulces caperucitas dadaístas
que os entráis en los bosques literarios
armadas con los dardos legendarios
de inusuales palabras imprevistas;
intrépidas muchachas optimistas
que con hábiles gestos incendiarios
sois azote de lobos perdularios
que acechan babeando a sus conquistas:
izad las caperuzas por bandera
y conseguid victoria no raquítica
sino rotunda gloria verdadera
que renueve los triunfos de neolíticas
niñas de rojo cursis, menos fieras,
en fértil hermandad caperucítica.
© El misterioso sonetista. Noviembre 2008.
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