¡Qué perfumado va el aire,
todo me invita al amor!
Pero a mí me duele todo,
del hígado al esternón.
¿Saldrá hoy la Caperucita?
Por ella doy dos pasos, dos.
¡Ay, qué dilema más grande!
¡Qué punzada en el corazón!
Al fin... creo ver a mi amada,
¡más blanca que nívea flor!
¿Sin caperuza? No es ella,
mas quizá sepa mejor…
-Buen día, Caperucita
¿cómo vas sin capuchón?
Y la niña va y me dice:
"Usted va errado, señor.
Lo que usted está mirando
no es mi tierno cabezón.
Tiene usted falta de gafas.
¿No ve que traigo un melón?"
¡Ños! ¡Caramba con la niña!
¡La mate el rey que rabió!
Va atizando aquí y allá,
lo hace sin contemplación.
Y, como en todos los cuentos,
lo peor lo llevo yo.
-Sólo soy un pobre lobo
solo, triste y soñador.
Vivo en el número siete,
calle "El lobo muy tragón",
quiero mudarme hace años
al barrio "Rojo amor",
pero siempre que lo intento,
pasa un lindo capuchón,
y en el camino me siento
a devorar sin compasión.
Come que te come, verde,
rosa, amarillo limón.
Traga que te traga, azul,
magenta o gris cenizón.
Comí capuchas, con niña,
cada una de un color.
Sino a ti, mi musa roja,
que no sé que siento yo.
¡Qué perfumado va el aire,
todo me invita al amor!
Tal vez puedas ayudarme
a encontrar la solución,
y evitar de esa manera
que muera de indigestión.
© Los sonetistas del bosque. Octubre 2010.
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